Comentario diario

La casa cimentada sobre roca

Me hace gracia el Evangelio del día, porque es el que escogen todos los novios que han estudiado arquitectura para el día de su boda, ?queremos la lectura de la casa cimentada sobre roca, si puede ser?. Sólo ellos saben de los misterios de la cimentación. Cuando éramos pequeños creíamos que una casa empezaba por el primer ladrillo, nunca bajo tierra, porque bajo tierra sólo había bichos y cosas interesantes y minúsculas, pero una casa era sólo lo que daba al exterior, las ventanas grandes, la chimenea. No sabíamos nada de estudios de suelo, de la licencia de construcción, de planos estructurales. Era todo más fácil, porque tirábamos a bulto. Recuerdo que tenía un amigo universitario que no paraba de hablarme de encofrados y distribución adecuada de las cargas para construir un edificio. Era alto y un poco contrahecho, digamos que sus cargas estaban de por sí mal distribuidas, pero estaba preparado hacer un centro comercial. Era muy serio, lo decía todo como si recitara a García Lorca, pero me ayudó a ver las cosas desde más abajo, y que lo invisible era primordial. Al Señor le interesa que seamos cuidadosos con nuestra construcción, digamos que con el proyecto que tenemos entre manos: la edificación de nuestro propio edificio, un lugar donde a la gente le apetece venir, donde hay belleza, donde los amigos tienen tiempo para olvidarse del reloj, donde se crea familia. Y para ello hay que saber cimentar. El castillo que hacen los niños en la playa es un juego que dura poco. Al final de la tarde, cansados ya por el peso del día, y porque empieza a hacer un poco de frío, comienzan a pisotear las almenas y a descabezarlo todo. Lo han pasado bien, pero no han aprendido a construir. En cambio, cuando ven al padre o a la madre poner la sombrilla, y cómo el extremo se hinca en el suelo hasta alcanzar un nivel de profundidad que permita sostenerla y sobrevivir a los vientos, aprenden que la vida hay que empezarla desde abajo. Y cuanto más abajo, más sujeción. ?Y papá, ¿por dónde se empieza en la vida??, ?¿en la vida? A ver, si venimos de Dios, es que a Él le apetece que disfrutemos, que nos descubramos los unos a los otros, que hagamos amigos, y sobre todo pensemos poco en nosotros. Cuanto más te olvides de ti, más dejarás pasar a los demás. Cuanto menos vueltas des a todo en la cabeza, más hueco dejarás para que Dios viva a gusto contigo?. Hay padres que te cuentan las cosas importantes mientras se bañan en la playa o están tomándose el postre. Y en medio de esa naturalidad, el hijo empieza a entender lo que es la cimentación. Que no se puede empezar a lo loco, a poner los ladrillos y ya, sino a conocer el arranque de la propia vida, quién es su diseñador? Estos días de Adviento recomiendo mucho el Evangelio y el silencio, dos ejes centrales, dos pilotes capaces de mantener el edificio erguido. Si pierdes la cabeza buscando la lectura perfecta para estos días, te olvidarás de estar en silencio delante del sagrario. Siempre haz menos, siempre haz poco, el edificio no se construye en dos tardes. No hay prisa, el plano del edificio termina en la vida eterna. No te precipites, si algo sale mal y se cae, pues metes los refuerzos de acero, que para eso están los sacramentos. Aprende a mirar. Quizá el gran reto sea saber mirar el mundo como espectador de un gran misterio salido de la cabeza de un artista cuidadoso, inocente, entusiasmado por el juego, por lo bien hecho, que no lleva reloj, que está a gusto entre los hijos de los hombres, que repasa, que le gusta conocer el corazón humano? y que nunca dejará que el edificio se desplome.

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